Religio Athletae: Observancia Moral de Los Atletas

Por Tomás Bolaño (Autor).

Parte de Anais do Fórum de Estudos Olímpicos 2021 e III Simpósio Latino-americano Pierre de Coubertin . páginas 87

Resumo

Aunque Nissiotis ( 1986) haya sostenido que Coubertin en estas dos citas: (2000, págs. 654,598) se equivocó al considerar el deporte como religión, consideramos sin embargo que al empleó de manera adecuada la palabra religión para aludir a cuestiones de religiones institucionales ( págs. 36, 44, 71, 79, 106, 113, 114, 133, 149, 168, 189, 195, 209, 218, 233, 256, 265, 474, 484, 511, 534, 537, 564, 566, 570, 573, 576, 578, 580, 583, 596, 598, 654, 753), Además, al usar de modo explícito la locución latina religio ahletae (Coubertin, 2000/1935, págs. 44,580, 747) – igual que lo hiciera con Citius, Altius, Fortius, (págs. 148, 210, 211, 442,474,581,585,591,593,594,595,711 ,13), con Athletae proprium est se ipsum noscere, ducere et vincere (págs. 186,499,591,592,) y con Mens fervida in corpore lacertoso (págs. 175,212,)- hizo uso adecuado tanto del significado secular latino del concepto religio como del significado sacro de religión. Esta diferencia le permitió sugerir un soporte moral y espiritual a su proyecto de restauración de los antiguos juegos olímpicos. La elaborada locución religio athletae, tal vez retomada de Lynch (1895), indica que Coubertin tenía la intención de sincretizar el contenido moral del olimpismo pagano con el marco axiológico del cristianismo y las recientes tendencias de secularización de la modernidad que venía colmando a Europa en los siglos siglo XIX y XX. (Durantez, sf, pág. 75). Primero, diremos que religio, religionis es un sustantivo del latín clásico que según Marco Tulio Cicerón (1896) significaba cumplir u observar un derecho o una obligación moral en contexto secular o mundano. Etimológicamente suele explicarse a través de su primer componente: re (que significa volver, repasar y por el segundo término: legere, (leer atentamente, observar escrupulosamente, escoger atentamente). Sin embargo, la reinterpretación cristiana de religio que hicieron Lactancio en los años 303-311 (1964) y San Agustín en 88 los años 426-427 (1953) consolidó el concepto solo a la religación del hombre con Dios. Ahora bien, en el contexto clásico y medieval esta expresión también estuvo asociada a una virtud que llevaba al individuo a cumplir las obligaciones con la sociedad, la familia, los vecinos; y es así como se entiende la expresión que Coubertin empleó en el año 1930 (2000/1930, pág. 747). Por lo tanto, la locución coubertiniana, aunque sugiere implicaciones teológicas, no cumple los criterios para ello (Mechikoff & Sullivan, 2008). En tal sentido Coubertin en 1918 ya había desacralizado elementos del olimpismo antiguo y perfiló los rasgos del olimpismo moderno al definirlo como la religión de la energía, el culto a la voluntad intensa, la práctica de los deportes, la higiene, el civismo, el arte y el pensamiento. (2000/1918, pág. 44). En segundo lugar, indicaremos que Coubertin también usó intencionalmente el lexema latino athletae en otros lugares de sus escritos (2000, págs. 186,499,591,592,) para referirse a un individuo involucrado en actividades de movimiento humano, particularmente el deporte” (Jirásek, 2015, pág. 292). En tercer lugar, aclaramos que esta locución insinúa que el olimpismo no es una religión atlética, tampoco una religión olímpica, sino la observancia moral de los atletas (Coubertin, 2000, pág. 543); aunque también diríamos como Jirásek: el "espíritu del deportista" o la “espiritualidad de los deportistas” (Jirásek, 2015). Finalmente hay que anotar que en 1927 Coubertin aclaró que su propósito de renovar los Juegos para el mundo moderno era crear esa fuerza moral y espiritual que como ya dijimos la llamó religio athletae; para que se adhirieran los jóvenes de todo el mundo en una escuela internacional de nobleza e integridad moral capaz de fundamentar el anhelo de la paz olímpica (Coubertin, 2000/1927, pág. 511). El barón esclarece que religio athletae es un sentimiento renovado, transformado y magnificado por el Internacionalismo y la democracia; con lo cual el atleta moderno con su disciplinada práctica deportiva, así como el antiguo honraba a los dioses, ahora honra a sus orígenes, su identidad y a la humanidad. Dicho sentimiento se expresa en los valores, en los rituales del ceremonial y en la simbología de los Juegos Olímpicos modernos. Los cuales no deben verse como expresiones teatrales y espectaculares; ni tampoco como una liturgia sagrada, sino como algo propio de la dignidad de las competiciones internacionales (Coubertin, 2000/1935, pág. 580). Para terminar, creemos pertinente recomendar que los agentes de pastoral deportiva asuman de manera crítica que el olimpismo moderno era para Coubertin “una religión del mundo” (Donner le 89 meilleur de soi-même, 2018, pág. 15), con lo cual vale aclarar que este latinismo no se refiere a una religión revelada, sagrada, teísta, ni salvífica; pero su expresión suscitó un espacio ecuménico en donde los atletas también pudieran desplegar su íntima relación con lo sagrado. Y que los cristianos al considerar que el deporte en cuanto juego es un don de Dios (Rhaner, Battershaw, & Quinn, 1967, pág. 9; Moltman J., 1972, pág. 17; Aldazábal, 1991, pág. 9; Kúng.H., 2007, pág. 9; Golub, 2004 , págs. 95-128) lo han de poner, como exhorta el papa Francisco (2013), al servicio de la humanidad; en clave de construcción del Reino de Dios, lo cual no riñe con el proyecto de Coubertin.