Resumo

La discriminación, como fenómeno, no es solo producto de una desigualdad económica o de dominio sobre los medios de producción, más bien es la manifestación a nuestro modo de comprender ontológicamente lo que definimos como humano y la condición que lo hace posible, a saber: el vivir. En este sentido, cabe preguntarnos si como personas a lo menos comprometidas y progresistas, sino activistas desde la decolonialidad, de nuevas formas de relacionarnos en tanto seres sociales, por tanto políticos si hemos reflexionado, analizado y propuesto nuevas prácticas y modos de actuación que apunten, no solo a corregir mecanismos y procedimientos que sostienen la discriminación, la opresión y la desigualdad, sino también modos de vida basados en una ontología diferente. Dicha ontología se sostiene en una comprensión sistémica del fenómeno del vivir, descentralizado de lo humano como elemento cúspide, sino como parte de una red de relaciones entretejida con configuraciones materiales y energéticas que se articulan desde la armonía y viabilidad de sobre la autopoiesis molecular (Maturana y Varela, 1972). Esta mirada supera o más bien se encuentra en una dimensión diferente del dilema humano entre lo cultural y lo biológico, por el contrario, no tiene lugar ni sentido, ni posibilidad de ocurrencia sino en base a una imposición y negación de fenómeno del vivir. En este sentido, lo vivo y no vivo se articulan como momentos y modos de ser-estar, la diferencia o distinción, en el caso de lo vivo, que es capaz de dar cuenta de sus presencia en su particular operar en dicha red. Esta posibilidad de expresión, se genera desde la conformación de una materialidad sensible-efectuante, que reducimos en denominar “cuerpo”. Preferimos en su lugar, decir encarnación, como un fenómeno estructural dinámico que es capaz de sentir-se en su despliegue, constituyendo mundo circundante pleno de sentidosignificancia. E

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